La felicidad desde un abordaje ontológico y fisiológico

Prólogo

¿La felicidad proviene de un impulso interior o exterior? ¿podemos reprogramar nuestro cerebro para ser felices? el Dr. Marío González Quintero, PhD en Educación, invitado por SAM CONSULTORES S.A.S, se lanzó a recopilar las reflexiones ontológicas de grandes pensadores sobre el tema, y a investigar sobre la relación entre felicidad y neurofisiología, para realizar una conexión, que de manera muy asertiva, nos lleva a encontrar las respuestas a estos interrogantes, dando mérito a su grado de Doctor en Educación.

SAM CONSULTORES S.A.S

LA FELICIDAD DESDE UN ABORDAJE ONTOLÓGICO Y FISIOLÓGICO

Por: Marío González Quintero, PhD en Educación

Marzo 20 del 2019, Día Internacional de la Felicidad

El sabio Pitágoras decía que la felicidad consistía “en poder mirar el principio con el fin” (Terán, M. 2016); sin embargo, y contrario a la afirmación de Pitágoras, muchas veces no logramos alguna coincidencia, muchas veces no alcanzamos el sueño de ser ricos o la princesa no se desposa con el príncipe azul.

La razón es que con frecuencia, después de varias búsquedas, llegamos a lugares desconocidos y hasta llegamos a ser el individuo equivocado al que alguna vez soñamos ser.

El problema para no alcanzar el objetivo previsto de unir el principio con el fin obedece, muchas veces, a que no definimos con precisión hasta dónde queremos llegar en la vida, y nos colocamos metas, por etapas, que solo se convierten en tramos de un recorrido más largo cuyo fin no está identificado, por lo que se convierte en un trayecto infinito e indefinido.

Henry Van Dyke (Universia España, 2015) refiere que la felicidad es interior y no exterior, por tanto, no depende de lo que tenemos sino de lo que somos; en otras palabras, dejamos que se apague nuestra luz interior mientras nos preocupamos por avivar nuestro brillo exterior.

El utilitarismo de Bentham y de John Stuart Mill (Martínez, J. s.f)destaca en cambio la utilidad como el principio moral de las cosas, y esta utilidad, si está dentro del parámetro de lo bueno y lo correcto, produce felicidad y mitiga el dolor. Stuart Mill nos dice que la reflexión humana tiene la capacidad de cualificar la vida. Desear lo que creemos que nos hará felices equivale a acercarnos a la espiritualidad.

Freud afirma que el hombre busca dos finalidades distintas en toda su vida: evitar el dolor y experimentar intensas sensaciones placenteras; la felicidad se asocia con esta idea, pues la constitución psíquica juega un papel importante para llegar a ser felices en la vida. El autor en mención diferencia a las personas en:  (a) los que buscan satisfacciones esenciales en su propio interior; (b) los que privilegian la satisfacción que pueden lograr en los vínculos afectivos que los ligan a otras personas y (c) aquellos que la encuentran en las acciones que realizan en el mundo exterior (Vergara, D. 2008).

Grandes pensadores como Nietzsche plantean que la  felicidad hay que afrontarla como un riesgo, como la intensidad de la vida llevada al límite (Conrado, N. 2016), es por esto que, la felicidad no puede fincarse en las cosas exteriores y/o materiales, solo a través del dominio de sí mismo se alcanza la paz, la cual constituye la verdadera felicidad. Igualmente, Locke afirmaba que el ser humano se olvida siempre que la felicidad es una disposición de la mente y no una condición de las circunstancias y Werther sentenciaba que nadie le daría el amor, la alegría y el goce de las felicidades que el no sentía dentro de él (Correo, P. 2015)  .

Hipócrates sostenía que desde el cerebro, y solo desde él, surgen nuestros placeres, alegría y risas, así como nuestras penas, dolores y tristezas (Hipócrates, siglo V a. C.).

En la medida en que uno cambia los pensamientos y las emociones, el cerebro cambia, generando nuevas conexiones neuronales y se empieza a ver el mundo de manera diferente.

El sentimiento que se llama felicidad está altamente influenciado por cuatro neuroquímicos o químicos cerebrales; estos brotan cuando el cerebro detecta un estímulo bueno y desaparecen a la espera de otro estímulo de igual o parecida significación. Cada uno de estos neuroquímicos estimula una clase diferente de sensación que se torna en un estado especialmente agradable.

La dopamina: produce un estado emocional agradable cuando se alcanzan metas o propósitos establecidos con antelación; facilita la organización de los proyectos permitiendo estimular las sensaciones de logro en los individuos. Debe existir un equilibrio con el alcance de los objetivos propuestos, puesto que si son fáciles de alcanzar, no hay un apropiado estímulo de dopamina y, al contrario, si se presentan altos grados de dificultad, se podría generar ansiedad, estimulando el cortisol, la hormona del estrés.

Las endorfinas: nos permiten experimentar sensaciones placenteras que enmascaran el dolor; es aquel estado emocional llamado euforia que fácilmente se obtiene al hacer ejercicios de exigencia media alta.

La serotonina: la sociabilidad del hombre y su tendencia primitiva a vivir en manada, se plasma en la necesidad del reconocimiento y de su visibilidad al destacarse por alguna fortaleza o conocimiento. Estas sensaciones de poder se plasman en el cerebro con la estimulación de la serotonina. Reconocernos a nosotros mismos, va mas allá de la simple autoreflexión y requiere compartir los logros en nuestro propio entorno.

La oxitocina: si se tiene en cuenta que la naturaleza del hombre es eminentemente social, condición que le exige estar conectado permanentemente con su entorno emocional, desde el momento en que nace, inicia las relaciones con sus semejantes, siendo estas sus primeras descargas de oxitocina. Estas relaciones sociales no solo son útiles para lograr su felicidad, sino necesarias para la salud física y emocional.

Lo destacable de las relaciones con el cerebro es que se pueden autoinducir estados de felicidad cuando lo deseemos, por intermedio de reprogramaciones que nos lleven a alcanzar estados felices teniendo en cuenta que: “el ser humano puede ser el escultor de su propio cerebro sí se lo propone, a través de la neuroplasticidad, que no es más que la capacidad del cerebro para lograr modificaciones a su interior”*.

La neuroplasticidad nos permite crear nuevas neuronas por aprendizajes internos, crear nuevas conexiones entre neuronas y reactivar circuitos neuronales antiguos. Existen dos tipos de neuroplasticidad: la positiva y la negativa; la primera crea y amplía nuevas redes y la segunda suprime redes inactivas o poco activas.

Los múltiples procesos mentales cambian la estructura del cerebro, lo que piensas, sientes y hagas, cambia tu cerebro. Lo valioso de esas interacciones es que como seres humanos somos capaces de reprogramar nuestro propio cerebro para buscar la felicidad en el hogar, la escuela y el trabajo, mediante el discernimiento entre lo que no nos gusta, y lo que nos agrada y gusta.  ¿Cómo se reprograma el cerebro en busca de la felicidad? en primer lugar, mediante el control de nuestros pensamientos y emociones, y luego controlando y ajustando nuestra conducta. No podemos cambiar lo que nos ocurre, pero sí nuestra percepción y vivencia sobre ello.

Gabo, nuestro Premio Nobel, la sentenció en pocas palabras: “el secreto de la felicidad es hacer solo aquello con lo que uno disfruta” (Díaz, M. 2001).

A través de la felicidad se consiguen variados objetivos: se mejora la salud, hay mayor rendimiento laboral, hay más optimismo, más creatividad, más proactividad. Bien vale la pena efectuar un esfuerzo para encontrar las conexiones o puentes entre lo fisiológico y los procesos ontológicos en torno a la felicidad, ya que “la esencia del hombre es su capacidad de comprender al ser”(Fidalgo, 2013).

Se tiene en nuestros corazones una fuerza interior inmensa orientada a ser felices, porque la felicidad, como lo dijimos anteriormente, parte del interior de cada uno de nosotros, porque se alcanza por un estado posible que se busca a través de un proceso interior, porque se asume el riesgo en medio de la intensidad de la vida, porque se desea, alhela y sueña, porque la fecilidad es, una opción de vida personal.

Referencias Bibliográficas

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